Es extraño verse aquí, tomando un café y ojeando el periodico en uno de los bares en los que soliamos tomar el café tiempo atrás.
La verdad es que el barrio de Sant Antoni parece más triste, mas gris. Señal inequivoca de que ella se ido llevandose la luz que, hasta ahora, acompañaba mis días.
Un año... Se a ido a Alicante durante todo un año. A hacer curriculum, ha practiar en la mejor pastelería de España. Y yo, me limito a intentar mantenerme a flote en este primer día sin ella. Mientras voy dando tumbos entre una y otra entrevista laboral, luciendo un perfecto y contorneado rasurado en la barba. Al fin y al cabo, la imagen es la carta de presentación que uno esgrime en estos casos. Eso es lo que ella siempre dice.
En realidad, solo han pasado 15 horas desde que ayer nos despidieramos, pero aun así siento un nudo en la boca del estomago, a juego con el que aprieta en la garganta. Fugaz soledad... Despues de estos dos años viviendo juntos no es de extrañar que la angustia aparezca en un tiempo record. Y menos en esta situación.
Pero claro, vosotros no sabeis como están las cosas. Así que, que menos, que intentar poneros un poco en antecedentes antes de comenzar esta historia? Ya tendré tiempo de penar por su ausencia en los 365 días restantes.
Nuria es mi mujer, como a mi me gusta llamarla. No es que estemos casados, sencillamente, llevamos tanto tiempo juntos y compartiendo un amor tan intenso y, sobretodo, tan real, que no ouedo evitar sentirla como mi esposa. Son casi 6 años los que llevamos juntos, desde el 5 de julio de 2006. Bien es verdad que en este tiempo hemos tenido nuestros mas y nuestros menos e incluso, en alguna ocasión, hemos llegado a dejarlo durante algunos meses. Pero ¿A caso eso invalida el amor que sentimos?
En este tiempo ha habido un poco de todo. Momentos bellos, espontaneos, divertidos, anecdóticos, tristes, iracundos, celos, confianza, secretos, mentiras, verdades, faciles, dificiles y un sin fin de cosas más. Pero, de algún modo, siempre nos hemos repuesto. En la mayoría de casos, gracias a ella. Lo cierto es que, prácticamente siempre ha acabado siendo ella la que nos ha sacado las castañas del fuego a ambos.
Nuria y yo compartimos signo zodiacal, escorpio, y por escasos días, práctucamente incluso cumpleaños. Ella nació el 31 de octubre de 1987 y yo, cuatro días antes, el 27 de octubre de ese mismo 87. Las diferencias entre ambos son claras en todos los aspectos. Ella es de apariencia dulce, de pronto fuerte y ojos verdes, larga cabellera castaña, nariz de corte fino, a juego con unos sutiles labios y barbilla pronunciada; altura recatada de unos exactos 160cm y caderas curvas. En general luce una imagen bastante formal y arreglada, incluso cuando no lo pretende. Mientras que yo soy de nariz engrosada, ojos hundidos de color marron miel, gafas de barilla metálica, labios gruesos, de pelo escaso y normalmente rapado; tatuajes en la nuca y antebrazo derecho, piercings en la ceja izquierda y ropa ancha; a primera vista puedo parecer serio y, realmente, lo soy en exceso a veces, pero también gusto de hacer chistes y bromas a menudo, me cuesta mucho dejar aflorar mi lado airado, no obstante, cuando estallo es mejor estar lejos; soy de altura escasa para los tiempos que corren, 173cm y poseo un fantaetico flotadorcillo abdominal, que en ocasiones mengua y en ocasiones regresa aun con más fuerza. Pero nuestras diferencias no residen solo en el plano físico. Se delatan aun más en otros campos como el mundo profesional. Por ejemplo, ella es una, más que especializada, pastelera. Ha estudiado en escuelas de cocina y pastelería y, prácticamente, siempre ha trabajado en el ramo de la hostelería. Acabó la escuela secundaria y tiene el carnet de conducir. ¿Yo? Yo no llegue a terminar la secundaria, he trabajado en montones de empleos distintos, normalmente durando una media de unos 3 meses por empresa. Lo que podriamos definir como un mal trabajador. En los últimos tiempos me he visto abocado a la categoría profesional de teleoperador. Si, esas personas cuyo trabajo consiste en entretenerte al teléfono sin resolver nada o intentar venderte algún producto de baja calidad a precio de supuesta ganga. No obstante esa no es mi vocación, mi auténtico empleo a tiempo completo es el de músico. En mi caso soy cantante de rap y productor en mi pequeño estudio casero, donde ofrezco los servicios de grabación, mezcla y masterización. El problema de mi trabajo es que, no siempre te da un dinero fijo. De hecho, da más bien poco. Por si eso fuera poco, a mis 24 años, tampoco tengo carnet de conducir.
Como podeis ver, Nuria y yo tenemos diferencias personales. A las que podríamos sumar cosas como el hecho de que ella es vegetariana y yo no; ella viene de una familia económicamente acomodada y yo, mas bien al contrario; sus padres siguen juntos y los mios estan separados desde hace ya más de 16 años; y otras tantas que no vienen al caso.
Lo mejor de ser tan diferentes es el hecho de que, aun así, somos almas gemelas. Porque sentimos, amamos y deseamos igual. De ahí que, ha día de hoy, sienta este vacio sin ella.
La situación actual es complicada de por si. Nuria acaba de cobrar su último mes de paro y yo no estoy cobrando ningun tipo de pretación. ¿Ahorros? Lo diré claro y rápido, no hay. Esto genera varios cambios, empezando por verme obligado a avandonar nuestro piso y sustituirlo por un hostal, que es lo único que nos pudimos permitir sin contrato laboral. Por suerte este ya está pagado hasta el 22 de diciembre, momento en el que, aun no se como, tendre que pagar los 550€ del siguiente mes.
Nuria y yo tenemos dos perras, Jana y Puca, que hemos tenido que dejar a cargo de unos amigos debido a que no se admiten animales en el Hostal. Jana es un perro sin raza estilo yorki, la adoptamos en una protectora de animales. Estaba dentro de una campaña llamada "los que nadie quiere" porque tenía ya 10 años en ese momento. Cuando la vimos no pudimos evitar quedarnos con ella para, intentar, darle una vida digna en sus últimos años.
Puca, por otro lado, es una perrita joven estilo pator alemán que alguien dejo metida en un caja de cartón a las puertas de la casa de mis suegros. Tenía menos de un mes y era la cosita más bonita y tierna que jamás había visto. Su cuerpecito entero cabía entre mis manos.
Hoy Jana tiene algo más de 11 años, lo que suma al rededor de 77 años perrunos y es una anciana tranquila y cariñosa; mientras que Puca acaba de cumplir su primer añito y tiene una energía inagotable, siempre dispuesta a jugar. Lo cierto es que también las hecho de menos.
Además, también tenemos a Faber, un gato siames que se adopto de la misma protectora que Jana con la intención de que fuera para los abuelos de Nuria. No obstante, cuando lo vieron se les hizo demasiado grande para ellos y, como no podía ser de otra manera, acabamos por qiedarnoslo nosotros.
Es un gato castrado y, como tal, su tamaño está más cercano al de un lince que al de un gato. Tiene mucho genio y una cabezonería que parece haber heredado de su madre adoptiva. No obstante, es un gato agradecido y cariñoso.
Mi idea es poder colarlo en el hostal con la esperanza de que nadie se de cuenta.
Por el momento voy comiendo a base de visitas a casa de mi abuela y del poco dinero que estoy sacando de vender algunas cosas antiguas (y no tan antiguas), pero ya no me queda nada más que vender. Así que afronto estos 23 días que me quedan, hasta que llegue el momento de volver a costear el alojamiento, con 10€.
Básicamente, esa es la situación. Mi mujer debe estar llegando ya a Alicante para profesionalizarse aún más, mientras yo me tomo un café a la espera de que la siguiente entrevista de trabajo se acerque. En plena crisis económica española, me planteo si algún día alguien leera estas lineas en una epoca mejor. De ser así ¿Experimentará esa extraña sensación de alibio por no estar aquí y ahora? Esa sensación que yo mismo he sentido leyendo libros escritos durante la gran depresión americana. Yo he podido notar como los tiempos duros quedan reflejados en los escritos, impregnando cada página con ese sabor amargo. Si ese fuera el caso, querido lector, te pido disculpas. Nada más lejos de mi intención que el hecho de evocarte el mal trago por el que actualmente, de una forma tan interna y silenciosa aue casi parece fingida, está pasando este país.
Otro tic de la manecilla larga de mi reloj de pulsera mientras tecleteo las minusculas letras del movil tactil tan de moda en esta generación consumista. Un primer capitulo de un libro que se escribe desde la barra de un bar. Jaleado por el aliento teñido de pacharán que escapa de la boca del cliente de al lado, seguramente en busca de zonas menos calidas. Disfrutando la inconfundible banda sonora del calentador de leche que se funde con el último exito de otro titere del baile dificil y el mensaje facil sonando a toda pastilla en el televisor de plasma que, a día de hoy, sustitulle los cuadros, fotos y calendarios; asiado a la pared como muestra de la evolución y el progreso. Luciendo sus fantásticas 60 pulgadas para distraer a los borregos de la penuria de sus miserables y reemplazables vidas. Una pena que mi chip de control mental este desconectado desde hace ya mucho tiempo. Cuanto daría en este momento por no pensar.